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domingo, 26 de febrero de 2012

La verdadera y desconocida historia del Che Guevara y Fidel Castro

 

"Este pendejo de Ernesto me está quitando todo el protagonismo". La protesta de Fidel Castro pone de manifiesto una ligera y progresiva antipatía hacia el Che Guevara que algunos autores ya han insinuado en varias ocasiones. Sin embargo, lo que nadie había podido aclarar hasta el momento es el verdadero motivo del progresivo distanciamiento de los dos grandes líderes de la Revolución Cubana.
Todo comenzó en 1955, cuando Camilo Cienfuegos alabó en público la barba del argentino. Fidel, que siempre había sido un tipo muy preocupado por la estética, cayó en la cuenta que con esa cara afeitada, con ese aspecto barbilampiño sólo matizado por un pequeño bigote, no podía ir muy lejos. Esta sensación, que ya empezaba a preocupar al mayor de los Castro, se tornó siertamente inquietante cuando su hermano Raúl le recomendó fijar como prioridad de la Revolución conservar todo su pelo, porque de perderlo, la calva y el bigote le podrían dar un alarmante parecido con un gallego bastante cabrón que mandaba en España y respondía al nombre de Francisco Franco. Ya no sólo necesitaba una barba, sino mantener bien a cubierto su cuero cabelludo.
Esta reunión cambió los planes del líder cubano, que tenía previsto dejarse una prominente calva para parecerse más a Lenin. Sin embargo, la sugerencia de su hermano tuvo efecto y a partir de ese mismo día la protección del pelo de Fidel fue declarada prioridad revolucionaria. Nadie podía acercarse a menos de tres metros del cabello del comandante si antes no había recibido una autorización expresa del Subsecretariado Capilar. Sólo su peluquero podía acceder con cierta libertad al revolucionario pelo para arreglar e incluso cortar, si no hubiera más remedio, sus revolucionarias puntas.
En 1956 Fidel ya lucía una barba tan tupida como la del Che. O incluso más, porque en reducidos círculos revolucionarios ya se empezaba a comentar que el comandante -en adelante Guevara, para evitar confusiones con el otro comandante- mostraba unas evidentes calvas en su vello facial. Esto no impedía que la barba le diera un aspecto simultáneamente marcial y liberador, pero no podía compararse con la de Fidel, que sin llegar a los extremos de Marx sí lucía un barbado más tupido.
Sin embargo, los recelos llegaron de nuevo cuando el argentino comenzó a dejarse el pelo largo. "Pues yo también", le ordenó Fidel a su peluquero, quien, temeroso de perder su empleo le advirtió: "Mejor llévelo corto, compañero comandante, que el cabello que se corta a menudo crece más fuerte y es más difícil de perder". Pero el líder cubano ya no temía a la alopecia, una vez que su nueva barba impedía cualquier confusión con Franco, por lo que el avieso esteticién, más preocupado por su futuro laboral que por el éxito de la revolución, hizo uso de una jugada maestra que tenía preparada para preservar su trabajo: "A poco que empiece a crecerle el pelo, el comandante va a parecerse a Ulises S. Grant".
La relexión inquietó tanto a Fidel que en ese mismo instante dispuso como prioridad revolucionaria mantener su pelo corto. Todo el que fuera sorprendido tratando de hacer crecer el pelo del comandante por encima de los cuatro centímentros sería acusado de actividades antirrevolucionarias. La Oficina de Investigación de Actividades Antirrevolucionarias llegó incluso a procesar a un cabello del mismísimo comandante en jefe que creció por encima del máximo permitido. "Hay que cortar de raiz", sentenció en presidente del tribunal, a la sazón peluquero personal de Castro.
Sin embargo, nada impedía que el pelo del Che Guevara creciera con normalidad. El argentino se había convertido con su pelo al viento en el revolucionario favorito de las jóvenes cubanas, y para 1959, cuando por fin entraron triunfales en La Habana, Fidel pronunció su ya famosa frase: "Este pendejo de Ernesto me está quitando todo el protagonismo", le susurraba constantemente a su hermano Raúl.
Ante esta situación, Castro pergeñó durante varios años un imaginativo y audaz plan: dejaría crecer su pelo para eclipsar así el carisma del Che. Sin embargo, para cuando el plan estuvo listo Estados Unidos ya había promulgado una ley que impedía el crecimiento del pelo en Cuba bajo amenaza de fuertes sanciones económicas a cualquier cabello que tratara de alargarse en la isla. Además, un embargo comercial impedía el tráfico de pelucas, peines y crecepelos, y así era francamente difícil lucir una bonita media melena.
Este y no otro fue el motivo del progresivo distanciamiento entre los dos cabecillas de la Revolución Cubana. Celoso Fidel de una melenita que nunca podría tener, comenzó a servirse de la 'Técnica Gila' para presionar al Che, y deslizaba en todas sus conversaciones frases como "alguien debería irse al Congo, y no quiero mirar a nadie" o "aquí alguien ha contrarrevolucionado al alguien, y no quiero mirar a nadie".
El Che había soportado estoicamente la presión hasta que un último acontecimiento le llevó a dimitir de todos sus cargos en el Gobierno cubano. Fue de madrugada. Un agente del Servicio Secreto entró en su dormitorio y afeitó completamente la cabeza de su perro, que había aprovechado la ausencia de su dueño para dormir en la cama más cómoda de la casa. Evidentemente, el verdadero objetivo del atentado era el propio Che, y sólo la confusión del agente y la casualidad en forma de retraso impidieron que el argentino quedara completamente pelón. A la mañana siguiente redactó su carta de dimisión tocado con varias gorras para proteger su pelo. El resto es historia.

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