Lo extraño sobre la muerte de Oswaldo Payá Sardiñas
Lo extraño sería, en verdad, que Oswaldo Payá Sardiñas, el promotor más concienzudo y metódico de la transición pacífica y la reconciliación nacional, hubiera muerto de manera violenta y azarosa, y no a manos del gobierno cubano, que tantas veces lo hostigó y amenazó de muerte, sino por negligencia de sus colaboradores y amigos.
Lo extraño sería, en verdad, que dos políticos europeos recorrieran la isla de un extremo a otro con una de las figuras más vigiladas de la oposición, en auto alquilado en agencia estatal, y llegaran a la provincia Granma, a 800 km de La Habana, sin ser detectados por las fuerzas de la Seguridad del Estado.
Lo extraño sería, en verdad, que el gobierno cubano no obligara a esos políticos, el español Ángel Carromero y el sueco Jens Aron Modig, a suscribir su versión de los hechos como condición para dejarlos regresar a su país. Cualquier versión que den luego, será auto-contradiciéndose y tendrá mucho menos fuerza.
Lo extraño sería, en verdad, que la prensa extranjera acreditada en Cuba hiciera una labor investigativa seria para aclarar las circunstancias en que murieron Oswaldo Payá y Harold Cepero o que intentara obtener y revelar a tiempo los mensajes enviados desde los teléfonos móviles de los políticos europeos, momentos antes del siniestro.
Lo extraño sería, en verdad, que los diplomáticos suecos y españoles no aceptaran el chantaje de callar cualquier detalle que contradiga la versión oficial de los hechos para “facilitar la gestión” de repatriar cuanto antes a sus compatriotas.
Lo extraño sería, en verdad, que alguien hiciera por nosotros la defensa de los hechos en lo que toca a la vida y en lo que toca a la muerte de los demócratas cubanos.
Foto: Oswaldo Payá y Harold Cepero en La Habana, mayo del 2012. © Caroline Petersson. Fuente: Primavera Digital.
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