Arnaldo M. Fernández
Oswaldo Payá (Foto © gobierno en la sombra) ha muerto. Él merece ser honrado por colocarse en el lado en contra de Castro. Sin embargo, la manipulación política de su muerte e incluso la sublimación de su vida confirman el hecho de que todos los análisis se ve compensado por las preferencias de una minoría fanática que se ha convertido en medio de una mayoría de fanáticos que no sólo es indiferente, pero a veces hostil a la inconformidad política.
Los hechos deben ser vistos con una mirada clara y fría, e incluso brutal con el fin de igualar su crudeza. No es el momento para tomar el crédito fuera de Paya. Esa es una tarea ya realizada por la propia disidencia interna cubana. Basta recordar la llamada Declaración de Jaimanitas (2011), en la que la Agenda para la Transición Cubana, liderada por el ex de 15 años preso político Francisco Chaviano, declaró: "Es suficiente con 52 años con Castro por ser hábil y astuto, y El señor Payá ha utilizado a menudo estas habilidades en contra de sus compatriotas. "El punto es que oponerse pacíficamente Castro implica una especie de lógica instrumental que no puede ser distorsionada por la pasión, los deseos o angustias.
El Proyecto Varela fue condenado al fracaso por su diseño. En realidad no tenía nada que ver con el sacerdote católico Félix Varela, quien tomó un lugar en la historia como el primero que enseñó a los cubanos a pensar. La primera lección acerca de cómo creen que está evitando una ilusión, porque las cosas no se hacen realidad por nuestro creer en ellas.
Si el régimen Castroit no podía ser derribado por las balas, la forma única alternativa es luchar contra él en las urnas. En lugar de una tenaz campaña para ganar votos, el Proyecto Varela encarna la idea de pedir el cambio a través de una iniciativa de las leyes que no tienen voz o el apoyo en el parlamento. Eso no es hacer política, pero haciendo un ruido.
Aun cuando el Proyecto Varela no hubiera rechazado de plano por la comisión parlamentaria adecuada, la Asamblea Nacional (AN) sin duda lo desestime por unanimidad de votos, simplemente porque esa asamblea es del todo un parlamento Castroit. Lo peor de todo es que el Proyecto Varela fue concebido tan lastimosamente que se levantó poco por encima de la dignidad de la farsa. La virtud cacareada de torcer la Constitución Castroit contra el propio Castro no es más que ignorancia jurídica pretender pasar por la sabiduría política.
La Constitución establece que la propuesta de las leyes se pueden hacer por lo menos 10 000 ciudadanos que son elegibles para votar, pero una ley complementaria del Reglamento de NA (1996) - estipula claramente que el derecho como debe ser probado por la declaración jurada. No se puede invocar la Constitución sin cumplir con su legislación complementaria. Aunque el disidente y jurista René Gómez Manzano, advirtió al respecto, Payá y su Movimiento Cristiano de Liberación, siguió la recogida de firmas no autenticadas para el Proyecto Varela, a sabiendas de que era nulo e inválido. De este modo, el Proyecto Varela no sólo pidió a la luna, pero también se perdió miserablemente que si Castro creó la ley, que se había propuesto, obviamente, una trampa.
En política, sólo cuenta lo que es útil. La minoría fanática justificado el Proyecto Varela y venerado Paya porque la creencia proporciona un beneficio vital y la disidencia tiene que creer para no caer en la desesperación. (Continuará).
http://eichikawa.com/2012/07/paya-and-the-fanatical-minority-i.html
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